ADN divertido

Las moléculas de ADN y yo somos íntimas amigas. Siempre les tuve simpatía y mi vocación científica me llevó a querer conocerlas un poco más para descubrir que entre ellas y yo había mucha sintonía. Cuanto más las conocía más me gustaban y después de una relación especial en los dos últimos años de la carrera,al final caí rendida a sus pies y me embarqué en una tesis en la que las moléculas de ADN y yo trabajamos juntas codo con codo, todos los días y durante muchas horas. Me dejaban que les hiciera todo tipo de perrerías: Las cortaba, las pegaba,las multiplicaba, las metía donde no les correspondía... En ese tiempo me colocaba la bata blanca y me dedicaba a mis bichos, unos simpáticos hongos a los que yo fastidiaba con cariño para que ellos dejaran de fastidiar a las plantas de tomate (¡todo para que al final se pongan de moda los tomates RAF=resitentes a Fusarium, mi hongo!). Por aquel entonces yo era buscadora de genes...

Más allá de mi devoción por la molécula de ADN (¡qué le vamos a hacer tengo alma de genetista!), objetivamente no podéis negarme que la molécula de ADN es en sí misma alucinante. Decía Crick, uno de los descubridores de la estructura del ADN, que "lo que realmente se ha pasado por alto es la belleza intrínseca de la doble hélice". A los niños les resulta todo un descubrimiento.

Una molécula enrollada como ninguna, con forma de hélice doble, que se abre y se cierra, se copia para replicarse y en la que están escritos los secretos moleculares de la vida. ¡Y sólo con cuatro letras que se emparejan (cada oveja con su pareja) para escribir tantas "palabras" distintas que no podríamos abarcarlas!.

El taller del sábado no va a ser una clase de genética. Para eso ya habrá tiempo. Está dirigido a niños de 7 años en adelante y se trata de que en un primer acercamiento descubran el ADN y sean capaces de montar un puzzle con sólo cuatro piezas diferentes pero repetidas un numero infinito de veces. Tendrán que seguir fielmente las instrucciones.¿Serán, seremos capaces?...